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Con más de media vida ya pasada
y por dejar tranquila a mi conciencia
me empeño en revisar con insistencia
mi marcha por la tierra maltratada.

No busco castigarme con la espada
por pecar a sabiendas con frecuencia
pues ganó en ocasiones mi decencia
y evité dejar gente en la estacada.

Tal vez mis exigencias fueron bajas.
Aprendí ya de niño en las escuelas
a evitar siempre el cruce de navajas.

Sólo quiero recuerdos sin secuelas.
Que al llevarme del mundo unas migajas
no haya nadie debajo de mis suelas.